Estoy tan superpoderoso como cuando chico. Siempre estoy bien. Las rodillas están bien, tengo los dos hoyos de la nariz destapados, estoy con la mujer que elegí, el Pollo se casó, tengo buenos amigos y tengo un nivel de pensamiento y voluntad que ya tiene libros arrumbados y orgullosas pinturas de estampas.
Estoy tan superpoderoso que ya no me curo ni pierdo el equilibrio.
Estoy tan sayayín que subo el cerro San Cristóbal dos veces seguidas en cleta.
Estoy tan de humor que me río de mis curiosidades negadas y de las frustraciones presentes.
Estoy tan bacán que las palabras me fluyen como si fuera tan natural como respirar.
Estoy tan enamorado que cada uno de los rincones de tu piel me parecen tan hermosos, suaves, olorositos y admirables que la vida entera se me pasaría en un pestañeo viviéndolos incansablemente; tan entregado, feliz y contento que tus palabras, tus ideas, tus emociones, sentimientos, experiencias y compañía son la nutrición perfecta de la trascendencia, el deshielo interminable que hace crecer el río de la diversión, de la aceptación de mí y nuestros propios caminos, el río en el que viajo y transcurro y me dice que todo está bien.
Tengo tantas ganas, que no me da por ningún momento, lata levantarme para ir a buscar un vaso y tomar agua, hacerme el desayuno, buscar y perseguir a la Kerri para salir a correr, transcribir entrevistas, entrenar, lo que sea, es solo pensarlo y hacerlo.
Estoy tan super poderoso que no tengo caña, ni ganas de algo que no tengo, ni mucho menos, pocas ideas que desarrollar.
Estoy tan seguro que puedo terminar en éste preciso momento y no me importa si me faltó algo o no que poner en la entrada, porque todo lo tengo acá dentro.
Estoy tan decidido que realmente no me hace falta nadie, nunca lamenté dejar de ver a alguien, terminar con alguien, putear a alguien, matar a alguien, mear a alguien, nunca he estado triste por una mudanza de alguien, por una ofensa de alguien, por nada... son todos granos de arena en un mundo donde sobran, pequeñas gotas de agua que me ensucian o limpian, pero que en realidad nunca he necesitado de alguien que no necesitara de mí más.
Estoy tan sabio que en realidad no tengo que justificar nada ante nadie, tantos logros que nadie me podría bajonear, tantos buenos momentos, tantos viajes, que nadie podría decir que me he desperdiciado, tantas razones que podría escribir un cuento de cómo es resistir y vivir.
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