En un juego de yenga de una "célula cristiana no religiosa", el que perdía tenía que contestar una pregunta del jarrito. La pregunta del papelito decía ¿Cuáles son tus tres mayores defectos?
- Mentiroso. Alcohólico. Soberbio (ególatra, no orgulloso).
Mi seguridad al decirlo fue tal, que no solo quedó en silencio el resto. Sino que yo mismo oí el eco mudo de las miradas rebotando dentro de mi corazón (cliché) ¿Soy así? ¿Realmente soy así? La negativa no vino desde mis entrañas, ni desde mi cerebro y menos de las bocas expectantes esperando soltarse a la matiz de una "sí, fue una broma". De hecho, nunca llegó. Cada vuelta, cada reflexión, cada recuerdo de vida se acoplaba perfectamente al significado de aquellas tres palabras.
Mientras más palpable estuvo para mí el camino rodeado de infierno por el cruzaba y crucé, tuvieron que conformarse con aceptar la distancia impuesta. Sí, soy una mala persona que no tiene miedo de decirlo y, lo mejor, ni siquiera tienen la confianza de que en realidad les importe, de preguntarse si verdaderamente pueden intervenir, de ayudar y demostrar su cristianismo más allá de su propio testimonio. Porque no saben nada. No saben que siendo mentiroso, alcohólico y soberbio se puede vivir más que feliz, sin que nadie se de por enterado y si se enteran, es mejor pedir perdón a pedir permiso, total, ya la hiciste.
¿Y tus virtudes?
Voluntarioso (sí, existe la palabra). Intento de revolucionario.Y sincero.
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