Ni siquiera un mes. Ni siquiera 6 veces nos hemos visto. Ni
siquiera sabía cuánto medías ni que la voz de tus ojos se mezclaría con El
Origen del miedo. Mi cabeza recuerda fragmentos tan coherentes en esta vorágine
que pareciera un espiral escrito, pauteado, detallado, con una coma acá y un
punto seguido allá ¿Cómo es que hay algo antes de que haya algo? ¿Cómo es que
nada de lo que ha sucedido después de esos instantes ha sido torpe o grosero?
Ni idea porque ese día estaba tan nervioso. Ni idea por qué
no terminé la etapa del geometry dash que debía. Ni sé bien por qué te hice un
dibujo. Ni sé por qué te invité al peda antes, casi adivinando que puedo ser yo
mismo contigo desde el principio ¿Se anticipaba mi cuerpo como un receptor del
futuro cercano que caería, se anticipaba a este ardor cálido en mi pecho? Ya
desde el primer momento me abofeteaste y me dijiste, no es necesario que
finjas.
- No es un muy buen día para tomar chela. Hace
frío igual.
- Siempre es un buen día para tomar chela.
- ._.
Las 5 primeras horas como todas las siguientes han sido tan
rápidas como las especulaciones que se salían de nuestras cabezas y se
transformaban en palabras tan especiales que no venían al caso. No
representaban el momento del comienzo porque los primeros escalones nunca
estuvieron.
- Tengo unos cogollos, pero se me olvidó
preguntarte ¿fumai cuando tomai?
- Emm sí. Pero no sé cómo quede ni que pase
después de eso.
No importa si no teníamos amigos en común. Si era primera
vez que nos veíamos. Si llevamos a dos amigos al parque o’higgins con la sola
excusa de darnos un beso dónde sea, aunque haya olor a pipí. Después comenzamos
a casi demostrar quiénes éramos. Conóceme y dime que te gusto. Fotos. Preguntas
absolutas. Sí quiero verte de nuevo. Obvio que sí. Emoticones que decían lo que
no podíamos hacer aún, lo que no podíamos expresar porque no podía definir lo
inefable que eras para mí. De sonrisas a besos, a sonrisas y besos sonrojados.
Ni siquiera dos
semanas y se sentía un tiempo. Y es que confundíamos el tiempo con profundidad,
el tiempo con lazos, el tiempo pasado con el tiempo futuro, el tiempo con la
verdad. Reinventamos nuestra historia. Nos pusimos cursis. Me dijiste que no
querías sufrir. Que anduviera tranqui. No acabé de entender ese tranqui hasta
ayer. Y es que nuestra descoordinación inicial evidente de ideas, besos y actos
se sienten como malos atajos para destinos más lindos. La pizza mala. Nuestros
segundos besos. El cuento de los abrazos al niño. El concepto de inteligencia.
Nada es para siempre. Fluir. Tranqui.
Y de pronto en medio de la oscuridad y “privacidad” del
cine, lo cursi se transformó en deseos que no eclipsaban lo cándido de nuestra
relación de cuatro visitas, sino que las completaban, nos representaban y nos
empujaban a la playa. Pero los planes del espiral escrito nos tenían otro lugar.
Una mirada fugaz a tus mundos. Trabajo. Amigos. Tu sexo y tu hacer el amor.
Después, otros raros taxistas. Otras confesiones. Otras preguntas y respuestas
absolutas. Y nuestra primera vez que “curtimos”
-“¿Qué sientes?”
- Rico, apretado, como paredes de fuego que no queman.
Eres un temblor, un estruendo, te desconozco pero te siento, nos encontramos aunque no nos veamos. Tus palabras me estremecen en el fondo y creo que no llegas a adivinar cuánto. "Mi amor". Mételo. Acaba adentro. La vulgaridad de las palabras es la cara de la misma moneda que me conmovió la primera vez que me tomaste la mano. Pides y desorbitas. Tómame. Tócame. Hunde tus senos en mi boca y déjame recorrerte persiguiendo tus muslos. Enséñame a conocerte. Enséñame que aprendemos rápido. Estamos tú y yo. Solos tú y yo. Y tú sabes todo lo precioso que es eso.
-“¿Qué sientes?”
- Rico, apretado, como paredes de fuego que no queman.
Eres un temblor, un estruendo, te desconozco pero te siento, nos encontramos aunque no nos veamos. Tus palabras me estremecen en el fondo y creo que no llegas a adivinar cuánto. "Mi amor". Mételo. Acaba adentro. La vulgaridad de las palabras es la cara de la misma moneda que me conmovió la primera vez que me tomaste la mano. Pides y desorbitas. Tómame. Tócame. Hunde tus senos en mi boca y déjame recorrerte persiguiendo tus muslos. Enséñame a conocerte. Enséñame que aprendemos rápido. Estamos tú y yo. Solos tú y yo. Y tú sabes todo lo precioso que es eso.
Por más que piense en todo esto no hay forma de describir ni
verbalizar nada. Escribirlo sería tan imposible como olvidarlo. Lo inefable que
eres es simplemente pasar tiempo a tu lado. Disfrutar el presente. Mis escudos
ya nulos se desvanecieron con tus palabras y con tu cuerpo. Me hiciste tuyo con
una cruz en la frente y una frase de los 80. Y me sentí tan bien con eso, aunque
haya sido una broma, porque me devolviste.
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