domingo, 26 de abril de 2015

Reencuentro.

El empeño de vida pareciera que más que nada, obedece a ese instinto de la juventud, a esa búsqueda de la trascendencia según el cual todo individuo debe tener una sólida y emancipadora vocación sin la cual la vida no es tolerable. Y con todo aun así, es un camino ya demasiado recorrido, difícil de lo estúpido que es seguirlo.

Y esto es sólo un ejemplo más de cómo los adultos transforman las cosas mágicas, como la vida misma en... no sé, trabajo. Y lo peor. Y soy adulto también.

Escribo para salirme de este cuerpo, para salirme de mi casilla social dentro de la cual soy valorado como profesor, como joven que aporta a la familia con su sueldo y como un consumista en ascenso que acaba de comprarse por primera vez un nuevo celular y que al preguntar de su madre "¿Qué más te vas a comprar?" Contesta rápidamente "Un computador nuevo la raja... y una bicicleta... y después una casa". Mi mamá quedó con cara de satisfacción sopesando y reafirmando nuevamente su impresión que al menos su hijo no será un alcohólico mujeriego que muera en una carrera de autos o solo botado en la calle.

Al escucharme contestando así, no pude sino quedarme mirando fijo un punto y buscar desesperadamente un escape, una salida. Un simple alejamiento de cámara hubiese sabido captar perfectamente mi repugnancia ante estas palabras consumistas... ¿Dónde está el altruismo?

Cuesta encontrarme, me cuesta mirarme al espejo y encontrar al Ricardo chico egoísta y caprichoso, luchando con el nuevo Ricardo adolescente que destruía todo con la fuerza de la justicia creadora, con la fuerza de sentirse en un eterno vorágine original eficiente de ideas que crecerían solamente con el impulso de mi vida ¿Dónde está la revolución? Los viejos estandartes de los barrios y del Peda ¿Habrán sobrevivido? ¿O todos estamos en involución práctica-material a la adultez capitalista?

¿Y el amor? El mundo quiere llevarnos al tema, constantemente, sin dar respiro alguno. A veces mi vacío interior me dice que las mujeres y mis encuentros con ellas no cuentan... solo cuentan las que no he conocido, las que no he "poseído" ni tocado, y que presiente fabulosas e inexpugnables. Mi vacío me hace comprender el tema como un pasatiempo, y mi imaginación a veces se dedica a ésta con entusiasmo. Pero claramente no estoy vacío ni por más que pretenda tener una mirada vacía y triste como personajes misteriosos y solitarios de la ciudad.

Estoy tan ávido de nuevos buenos viejos tiempos, tanta infancia que rescatar, tanta pasión inesperada, fugaz y espontánea que a veces creo que me arrimo a la primera persona que hace que salga mi yo interior deseado, ese que está plenamente consciente de lo que siento, de que la vida es sagrada y merece toda la pena ¿y aún así me siento así como ahora?

Mi cuerpo de 24 años, ya casi 25 años... aun me siento incómodo con sus debilidades y deficiencias y aunque siempre me ha aterrorizado crecer, ya he podido aceptar mi carne rara moviéndose con sus arrugas y dureza, su acné putrefacto, sus brotes de bello... ya puedo aceptar que desde ahora en adelante mis huesos y músculos no sanan tan rápido, ya puedo interiorizar que mi alma de niño fue atrapada en esta réplica grotesca de adulto... y aun queda tanto tiempo para sentir como mi cuerpo se deteriora leeentamente hasta la vejez, el otro estadio al que aun puedo transferirle todos mis miedos y logros no consumados.

Y este viernes, estabas ahí, casi sin cambios. Sutiles cambios... ¡Waaaa! ¿Qué onda con este viernes? Fue tan especial, mágico, onírico. De principio a fin. Daría mucho por volver a repetirlo, agradeciendo cada momento desde lo más profundo de mi ser cada momento vivido. Es que desde que guardaste la botella en tu mochila y aceptaste tan de buenas ganas irnos a la mierda fue reconocer ese espíritu espontáneo que alguna vez conocí, pero ahora desde la confianza del crecimiento, desde la experiencia gozadora de la vida, no desde la candidez y temor anterior. Ahí estabas... mirando con un poco de desprecio todo ese mundo zorrón que nos rodeaba, sacudiéndote un poco la sociedad de los hombros.

"Aun siento un rechazo hacia a ti ¿Qué acaso no veis que esto es el manso esfuerzo para mí?"... "¿Por qué esas ganas, esa insistencia de acercarse a alguien que dejaste de ver hace tanto, que no tienen por qué verse?" Ese repentino interés, desde la Melanie monosílaba que atacaba cada expresión de mi existencia (y que aun existe) hasta esta Melanie que tenía una pregunta nueva, desde ella...

¿Pero qué querías que te respondiera? Casi, casi, si no me controlo, explotó en verborrea pretenciosa por fantasiosa de todo lo que me provocabai en ese preciso instante y cómo tanta intensidad se entrelazaba en ilusiones sin fundamento alguno que mi rearmado interior... "Es que aun te sigo encontrando bonita"... la weá estúpida... "y porque sería una forma de reparar una relación, de decirte que he cambiado desde lo que pasó, gracias a ti, la única persona que dañé tanto por ser un pendejo curado"... Algo es algo, ni el 10% de lo que tengo acá dentro... ¿Realmente hay algo más para nosotros que el momento?

Verte reír, saber que de verdad nos escuchábamos dando un poco de sí mismos, escuchar tu voz, decir vamos, e íbamos a que nos rechazaran en la botillería, demostrarte lo significativa que fuiste en mi vida como el nacimiento de cristo en nuestra cronología, quizás... contarte que sí valieron esos meses tanto tanto tanto...  que quizás hoy y mañana valgan la alegría de este acercamiento.

El acercamiento hacia ti ¿Puede ser espontáneo o tengo que planificarlo y ser estratega? Aunque en realidad la pregunta es, porque eso da igual... ¿Puede ser siquiera? Te comencé a mirar con nostalgia desde el principio, aunque fueras a pasar conmigo toda una tarde.

Y lo fugaz puede ser un instante como alargarse tanto como semanas enteras. Disculpa por botarte la chela, menos mal tenías otro pantalón.

Ya falta poco y cumplo 25 :o

1 comentario:

Unknown dijo...

Es una adaptación, del árbol de las Lilas, para ti.

Uno

Como cuentan, el hombre se sentaba cada día a esperar bajo la sombra que le entregaba aquél árbol, tan bello florecido de lilas.

En ocasiones, la gente se le acercaba y le hacían diversas preguntas, en esta oportunidad, se acercó su madre y le preguntó: “¿Qué hace sentado bajo este árbol, en vez de estar haciendo clases en la escuelita, para poder proveer sus anhelados placeres?”

Y el hombre le contestó: “espero”.

Pasó una mujer con cabello puntiagudo, se le notaba que se había echado cola-fría, su color no era habitual, era múltiples de tonalidades, rojas y fucsia y le preguntó: “¿Qué hace sentado bajo este árbol, en vez de luchar junto a mí contra esta sociedad dominante?”

Y el hombre le contestó: “espero”.

Pasó un muchacho, quién estaba en búsqueda de la transcendencia y de su emancipadora vocación, fiel reflejo, mirándolo fijamente le preguntó: “¿Qué hace sentado bajo este árbol, en vez seguir y descubrir un nuevo camino, lejos de los vaivenes que atormentan su pasado?”

Y el hombre le contestó: “espero”.

Dos

Ella salió de la universidad. Siguió su camino que conlleva a su recóndito día a día, que se forja con ansias a construir experiencias fortuitas llenas de emociones, y pasó junto al hermoso árbol florecido de lilas.

Miró rápidamente al hombre.

Al árbol.

Pero no se detuvo.

Había salido, como siempre, a buscar, talvez a encontrar, y tenía prisa.

Él la vio pasar, alejarse, volverse pequeña, desaparecer.

Y se quedó mirando el suelo nevado de lilas.

Ella fue por el mundo a buscar, por el mundo entero.

En todas las direcciones, había tanta belleza, tanta humanidad, tanta responsabilidad de valorar la presencia tanta sublimidad, que arbitrariamente, se convirtieron en piezas de rompecabezas que revelan la experiencia enriquecedora de existir.

En el sur encontró un hombre, con ternura envolvente.

¿Eres el que busco? Preguntó la muchacha.

“Lo siento, pero no” dijo el hombre con ternura envolvente.

En el norte encontró un hombre, con ojos de cristal.

¿Eres el que busco? Preguntó la muchacha.

“Lo siento, pero no”, dijo el hombre con ojos de cristal.

En el este encontró un hombre, con sonrisa espontánea.

¿Eres el que busco? Preguntó la muchacha.

“Lo siento, pero no” dijo el hombre con sonrisa espontánea.

En el oeste encontró un hombre, con aventuras alocadas.

¿Eres el que busco? Preguntó la muchacha.

“Lo siento, pero no” dijo el hombre con aventuras alocadas.

Tres

Ella siguió por recónditos lugares buscando, por diversas sendas. Ella pensaba, puedo recorrer todo el mundo buscando, y seguir así y cuestionarse los posibles acontecimientos, no lo sabe, aún tiene la esperanza de darle sentido a este rompecabezas.

Un día, de regreso en su camino ondeante y vacilante, volvió a pasar por aquél árbol de lilas, observó a aquél hombre que se encontraba bajo la sombra, esta vez, con el paso de los años, estaba más experimentado, pero seguía en aquella penumbra irresoluta de su disconformidad.

Ella le expresó, qué haces aquí aún, solitario, quejumbroso, acaso, ¿Planificas un encuentro? o ¿Esperas un encuentro espontáneo?

Él le respondió, te espero.

Ella le expresa, no tienes ternura envolvente, ni ojos de cristal, no tienes sonrisa espontánea, y supongo que las aventuras alocadas, hace tiempo dejaron mucho que desear. Creo que en alguna parte del mundo, puedo encontrar fantasías y experiencias que me enfrascan contextos que amparan mi bienestar y tranquilidad. No necesito sumergirme en el recuerdo que un día me hizo llorar. Calma tus ansias, no te dejes avasallar, recompensa tus ganas de vivir y de disfrutar.