Hay un día nublado. Estoy en un día nublado. No sé cómo explicarles de manera interesante lo mismo que a un montón de personas les pasa. "A pesar de tener todo para ser feliz, no lo soy". Típico.
Y para qué nos vamos a poner a explicar la historia de mierda. Mejor me la guardo y tiene más valor. Conservo el ímpetu. Atesoro la osadía de poder estar así sin que nadie pueda inventarme una excusa para salir a flote, para sonreír y saludar al sol y a las flores primaverales y a los amigos.
No sé porque, pero hace un tiempo que decido malgastar el dinero en taxis y cervezas servidas por personas, en vez de ahorrar para lo que sea que dicen que hay que ahorrar. Lo que se dice que dicen, siempre tiene la razón. No lo dudo. Pero por ahora estoy dispuesto a no tener la razón y pido otro shop de medio litro para acompañar las papas fritas. Me fijo que sea la mujer de los 40 años recién cumplidos con su cabello teñido rubio perfectamente tomado y engominado.
Mientras malgasto mi escaso dinero en pasaportes directos a la frivolidad, me pregunto otra vez cómo sigo creyendo en estos placebos. Años y años consumiendo cafés, cervezas, marihuana y películas constantemente y alguna que otra vez pastillitas y polvos mágicos y no siento que me acerque o vislumbre siquiera el Nirvana.
Cada sorbo de cerveza es un paso más a despertar con ese sabor metálico y dolor de cabeza típico. Al que le sigue unas ganas irrefrenables de lavarme los dientes. Y para cuando ya termino de tomar agua con olor a menta y me acuesto nuevamente, no poder dormirme. E impaciente por el retraso del sueño, decidir masturbarme con alguna frustrada erección de un recuerdo de ayer. Y así por fin descansar otra vez.
Dormir en esos casos, es mejor que comer plátanos, lácteos, tomar sales minerales o bebidas energéticas. Dormir hoy en día es un lujo para todos. Pero para mí no, ya que lo único que he construido en mi vida es un par de cuentas totalmente pagables. Ningún drama. Nada de hipotecas u hospitalizaciones esclavizantes. Nada de niños raptados por su madre por la cual tenga que validar mi paternidad con incesantes salidas a restaurantes o regalos en cuotas, como celulares o consolas costosas. Nada de padres con alzheimer. Nada de nada.
Otro shop. Otro litro completo. Otro par de millones de neuronas fallando en sus anteriores rápidas sinapsis. Ya va siendo hora de hacer algo que después pueda contar. Así que pido la cuenta y me fijo si la ex treintañera, ahora hermosa, tiene algún anillo. Y nada. Le quiero preguntar su edad, pero claramente sería pésima entrada. Así que le pregunto si le pasó algo bueno, si supo de una buena noticia. La idea era que me dijera que no, y yo le dijera que eso parece porque estás muy linda, como de alegría. Pero me dijo que sí, me preguntó si de verdad se le nota, y es que le pidieron matrimonio hace poco.
Así que eso quería contarles.